RUSOS. Un grupo de rusos está llegando a las sedes de la empresa petrolera en diversas zonas del país.
Aparecen dizque con “órdenes superiores”. Se niegan a identificarse con los vigilantes o los porteros de las empresas. Ni una sonrisa muestran, pero tienen ínfulas de autoridad.
Se quejan, en su idioma, porque les piden identificación. Siempre hay una llamada a tiempo desde Caracas. La orden que reciben los directivos de la empresa, según sea el lugar, es permitirles el acceso.
Los hombres entran y van directo a los sistemas de computación, a los cerebros de esas empresas. El país merece una explicación de quiénes son estos individuos, qué hacen, por qué se les permite el acceso al cerebro tecnológico de la empresa.
Ya ha pasado en tres regiones del país.
Aparecen dizque con “órdenes superiores”. Se niegan a identificarse con los vigilantes o los porteros de las empresas. Ni una sonrisa muestran, pero tienen ínfulas de autoridad.
Se quejan, en su idioma, porque les piden identificación. Siempre hay una llamada a tiempo desde Caracas. La orden que reciben los directivos de la empresa, según sea el lugar, es permitirles el acceso.
Los hombres entran y van directo a los sistemas de computación, a los cerebros de esas empresas. El país merece una explicación de quiénes son estos individuos, qué hacen, por qué se les permite el acceso al cerebro tecnológico de la empresa.
Ya ha pasado en tres regiones del país.