martes, 25 de marzo de 2008
Hillary Clinton estaba en la Casa Blanca el día que Lewinski se llenó de lamparones el vestido
Una mujer tiene el valor de erguirse, donde el hombre solo se revuelca. (Abel Desestress)
Hillary Clinton estaba en la Casa Blanca el día que Monica Lewinski se llenó de lamparones el vestido azul. Al parecer se trata de una gran revelación, que se ha conocido gracias a la desclasificación de la agenda de la Primera Dama por los Archivos Nacionales (¿no tienen cosas más importantes que archivar?). Bueno. La Casa Blanca no es el piso de los Alcántara en «Cuéntame», así que no entiendo muy bien a qué viene el revuelo. A la gente le gusta sorprenderse con cosas que no abren la boca ni con gato. Como cuando hace un par de años Sylvia Kristel confesó en su autobiografía que siempre había sido anorgásmica. Emmanuelle. Pues sí. Es que era un personaje. Una actriz, aunque nunca se le reconociera. Elliot y ET tampoco tenían una bicicleta voladora.
Lo de Hillary debe de ser una cosa más que arrojarle, que añadir a las muchas que oculta la Primera Zorra que quiere ser comandante en jefe (antes de llegar a la Casa Blanca como consorte ya era llamada la «Lady Macbeth de Little Rock»). Alguien cuyas habilidades de esposa (¿hemos nacido ayer a lo Judy Holliday?) tanto se ponen sobre la mesa y sobre la cama a la hora de analizar el comportamiento de la digna esposa de Eliot Spitzer, ex gobernador de Nueva York (¿se puede pronunciar semejante apellido sin escupir?). Pero si ya lo escribió Verónica Lario, la esposa de Berlusconi: «La mujer debe ser el ángel moral del hogar» y «siempre debe estar dispuesta a ofrecer una caricia o a servir a través de simples gestos hogareños». O públicos. Lo que más me gusta es cuando dice que «los hombres deben pensar en la mujer como una entidad excepcional». Algo así como el Espíritu Santo, no digo.
Heather Mills se ha debido de quedar con ganas de escupir al juez que la ha llamado de todo y que supuestamente ha hecho feas revelaciones sobre ella. Al fin y al cabo, la rubia de una sola pierna sólo ha seguido, como tantas, el consejo de Berlusconi («cásate con un millonario»). Consejo seminal y previo a cualquier Berlusconi. Lo malo es que su millonario también es un icono nacional, tanto como un cartucho de «fish and chips». Teniendo en cuenta cómo la han tratado los tabloides británicos (lo más suave que la han llamado es «golddigger», cazafortunas), lo del juez es una minucia. Y este perfil, todas estas valoraciones, ¿qué son? ¿Hechos? ¿Fundamentos de derecho? ¿Corporativismo masculino?
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